Las amenazas internas representan uno de los mayores desafíos para las empresas, ya que provienen de quienes ya tienen acceso legítimo a información, procesos y recursos críticos. Estas pueden ser maliciosas, cuando existe la intención deliberada de defraudar; negligentes, cuando el descuido genera vulnerabilidades; o comprometidas, cuando un actor externo se aprovecha de credenciales internas. Comprender estas tipologías es clave, pero no suficiente: para explicar por qué un colaborador decide pasar de la oportunidad a la acción fraudulenta, resulta fundamental analizarlo desde la perspectiva del Pentágono del Fraude, que nos muestra los cinco factores psicológicos y organizacionales que impulsan este tipo de conductas.
El Pentágono del Fraude como marco para comprenderlas:
Cuando se habla de riesgos corporativos, muchas veces la mirada se dirige hacia afuera: ciberataques, delitos financieros, espionaje económico. Pero lo que suele pasarse por alto es que uno de los mayores peligros proviene de adentro: las amenazas internas.
Una amenaza interna ocurre cuando una persona con acceso legítimo —empleado, contratista o tercero autorizado— actúa de forma intencional o negligente en perjuicio de la organización. Y aunque este fenómeno no es nuevo, su comprensión teórica ha evolucionado.
De la teoría del triángulo al pentágono del fraude
Tradicionalmente, el Triángulo del Fraude planteaba que tres elementos debían coincidir para que surgiera un acto fraudulento: presión, oportunidad y racionalización.
Con el tiempo, la experiencia demostró que esta visión resultaba incompleta. Así nació el Pentágono del Fraude, que incorpora dos factores adicionales: capacidad y arrogancia. Este modelo brinda un enfoque más amplio para entender las motivaciones, habilidades y contextos que permiten a un individuo cometer fraude dentro de una organización.
Los cinco elementos del Pentágono del Fraude
1. Presión Es la fuerza que impulsa la conducta fraudulenta: problemas financieros, metas laborales inalcanzables, deudas personales o ambiciones desmedidas. La presión no siempre es negativa; incluso un deseo de “cumplir” puede convertirse en detonante.
2. Oportunidad Se presenta cuando existen debilidades en los controles internos, falta de supervisión o excesiva confianza. Sin oportunidad, la presión por sí sola difícilmente derivará en fraude.
3. Racionalización El fraude rara vez se comete sin justificación interna. “La empresa me debe”, “todos lo hacen” o “solo será esta vez” son frases comunes que muestran cómo la mente del infractor se adapta para minimizar la culpa.
4. Capacidad No basta con querer hacerlo: se requiere el conocimiento, la posición y las habilidades necesarias para ejecutar y ocultar el fraude. Este factor explica por qué no todos los empleados expuestos a presión u oportunidad terminan siendo defraudadores.
5. Arrogancia Es la sensación de estar por encima de las normas, de creer que nunca habrá consecuencias. Suele encontrarse en individuos con poder, influencia o respaldo político dentro de la organización.
¿Por qué es relevante esta teoría para las empresas?
El Pentágono del Fraude permite entender que el fraude interno no es un accidente, sino el resultado de la convergencia de varios factores. Para los líderes y directivos, este modelo funciona como una herramienta de diagnóstico que invita a:
- Diseñar controles que reduzcan la oportunidad.
- Establecer códigos de ética y canales de denuncia que limiten la racionalización.
- Monitorear la cultura organizacional para detectar conductas de arrogancia.
- Revisar periódicamente los incentivos y presiones laborales.
- Evaluar el nivel de acceso y la capacidad de quienes ocupan posiciones críticas.
Las amenazas internas existen en todas las organizaciones, sin importar su tamaño o sector. Comprender el Pentágono del Fraude nos permite anticipar conductas de riesgo y crear entornos donde la ética y la transparencia sean parte del ADN corporativo, establecer un programa de amenazas internas, es vital para prevenir situaciones de riesgo.
Para enfrentar de manera efectiva las amenazas internas, es recomendable que las organizaciones adopten un enfoque integral: fortalecer sus controles internos, invertir en ciberinteligencia y monitoreo continuo, fomentar una cultura ética sólida desde la alta dirección y capacitar a los equipos en la identificación de señales de alerta. Además, contar con canales de denuncia seguros y con políticas claras de transparencia refuerza la confianza y envía un mensaje inequívoco: en la empresa no hay espacio para la impunidad.
La pregunta para los líderes es: ¿Está su organización mirando todos los ángulos del fraude o solo una parte de ellos?