Cada día, las organizaciones se enfrentan a decisiones críticas: ¿reaccionar ante una amenaza ya materializada o anticiparse gestionando riesgos que podrían convertirse en problemas mayores? Esta diferencia es decisiva para la continuidad del negocio y la protección de los activos más valiosos de la empresa.
El contexto actual: trabajo remoto y nuevas vulnerabilidades
El auge del trabajo remoto ha triplicado la cantidad de empleados fuera de la oficina en los últimos años, generando desafíos que van desde el uso de dispositivos personales hasta el acceso a información crítica fuera de redes seguras. Según los últimos estudios, las organizaciones que operan con esquemas remotos enfrentan costos promedio un millón de dólares más altos que aquellas con operaciones presenciales. Este entorno amplifica tanto los riesgos como las amenazas internas, lo que obliga a repensar los modelos de protección corporativa.
Más allá de la seguridad tradicional: de “Zero Trust” a gestión integral del riesgo
Si bien marcos estratégicos como Zero Trust han ganado relevancia (con medidas como autenticación multifactor y acceso restringido a datos), aplicarlos de manera rígida puede erosionar la confianza entre empleados y empleadores. En lugar de concentrar todos los esfuerzos en contener amenazas, resulta más efectivo y sostenible enfocarse en gestionar riesgos internos: anticiparse antes de que un comportamiento atípico o una brecha se traduzcan en un incidente de alto impacto.
Un enfoque proactivo: fases de gestión del riesgo
1. Crear una línea base → monitorear patrones normales de trabajo, accesos a datos y comportamientos.
2. Cerrar brechas → reducir accesos innecesarios, reforzar contraseñas, implementar software especializado.
3. Gestión continua → identificar cambios y señales tempranas (como el uso de dispositivos no habituales o un tono inusualmente negativo en las comunicaciones).
Beneficios de anticiparse
La gestión de riesgos internos no solo protege activos y reputación, sino que también fortalece la cultura organizacional. Al intervenir de forma temprana, las empresas construyen un ambiente más positivo, con mayor confianza mutua y una reducción real de las posibilidades de fraude, fuga de información o sabotaje interno.
En definitiva, gestionar riesgos es un ejercicio de inteligencia corporativa: permite transformar la vulnerabilidad en oportunidad y consolidar un entorno laboral más seguro, confiable y sostenible, incluso en un mundo cada vez más remoto.